Voy a rescatar una vieja historia que escribí:
Mi pequeña historia:
En un momento supe que todo iba a cambiar, que la vida suspiraba ante mi, como un reflejo, como algo que se me escapaba de las manos. Intentaba seguir adelante sin despegar los pies del suelo. Hasta que un día desperté.....
Desperté sintiendo el placer de la luna en mi piel, esbozando en el aire el alivio del viento, yo sabía que mi estado de ánimo tenía algo que ver con aquella luz, aquella extraña esfera que se divisaba en el horizonte. La miraba fijamente, me atraía, simplemente me hechizaba.
Llegué a casa después de recorrer los 20 km que distaba de la facultad, como todos los días, arrastraba mi cuerpo hasta allí, ¡parece mentira que cueste tanto andar! – Grité.
No tengo grandes perspectivas para este verano. Mis padres están de viaje el mes de agosto, y me han dejado en un hotel al lado del mar, en un pueblecito llamado Whitesnake (Serpiente-Blanca). Esperaba encontrar un lugar de vacaciones lleno de “guiris”, un rincón feliz donde hacer amistades, comer muchas langostas, mi plato favorito junto con los canelones de carne y quizá tomar algunas lecciones de submarinismo.
Es una casa muy destartalada y vieja, con telarañas por las paredes, pero muy tranquila, con un viejo salón polvoriento que nadie utiliza. En el centro había algo que me llamó la atención, me hizo palpitar de gozo, la sangre se disparó como si quisiera salir del cuerpo... ¡Un enorme órgano Hammond sólo para mi!
Una sonrisa iluminaba mi cara, entonces recordé unas viejas palabras que dijo mi abuelo: A todos aquellos que aman..... ¡Esperad un milagro!. Allí estaba el milagro esperándome, un piano negro maravilloso, de tacto sutil, y reluciente que comparado con el marco arquitectónico, hacia un contrate estupendo.
La casa estaba a pocos metros de la playa, y lo peor era que era la única joven del lugar. Los demás eran un grupo de ancianos, que pasaban el tiempo hablando de cuando los días eran felices y festivos.
Solo me quedaba el consuelo de sentarme en una butaca y colocar mis manos delicadas en aquella maravilla, haciendo lo que pocos consiguen, que un piano hable. Puede hacer ruido, eso no lo discuto, pero hablar solo los grandes virtuosos lo consiguen.
Hace dos semanas un ranchero llamado Bill me encomendó una misión:
-mis caballos desaparecen –explicó. A lo largo de estos tres últimos meses he perdido casi tres docenas de caballos. Estoy desconcertado.
Se que eres una joven muy valiente y como veo que no tienes mucha compañía, he decidido que me ayudes, si quieres, si no.... no pasa nada. Dejó caer estas palabras y antes que pudiera acabar la frase, solté:
-por supuesto, los caballos son mis animales favoritos.¡ Siempre he soñado con domar uno!. La zona es muy grande, no puedo asegurar que tenga éxito y encuentre a los caballos. Pero haré todo lo que esté en mi mano.
Bill, agradecido le prometió un ejemplar a Isabel, si conseguía su objetivo, y lo podría elegir.
Otra vez escuchaba a mi abuelo en mi cabeza diciendo esa frasecita A todos aquellos que aman..... ¡Esperad un milagro! . Y acto seguido desapareció.
Al día siguiente, me desperté muy temprano, desayune un vaso calentito de colacao, con un croissant a la plancha, como me gustaba a mi. Fui a ducharme, mi rubia y larga melena caía por mi piel, esbozando mi cuerpo como si fuera una escultura del mismo Apolo.
En el armario encontré un pantalón vaquero roto por las rodillas, que convine con una camiseta de Mani calavera, blanca y negra, y en los pies unas zapatillas blancas. Parecía que iba en busca de la muerte....
Salí de aquel ruinoso edificio, zarandee mi cuerpo hasta la salida, por aquellas viejas y cochambrosas escaleras, que daban lástima a cualquier visitante inesperado.
Empecé a pensar en mi, y en qué pasaría si, por error confundiera el suelo con el espacio entre peldaños y cayera rodando hasta el fondo de un abismo de locura. Entonces me tranquilicé, sabía que no llegaría muy lejos ya que el edificio sólo tenía tres plantas. Llegué a la puerta, cogí el tirador con la mano izquierda porque en la derecha llevaba una mochila, con todo lo necesario para perderme.
Llevaba todo tipo de artilugios, desde un clavo hasta un mp3, todo tenía su función y finalidad. Bueno también llevaba unos preservativos por si la ocasión los requería – ¡no pensemos mal eh!
Empecé a mover los pies y ví que el cuerpo me seguía, alrededor había un paisaje bastante interesante, había todo tipo de árboles, miraba a todos los lados, iba por un prado inmenso andando e intentando, fijarme en alguna pista o huella de cascos de caballos, pero no veía nada. Me perdí, en una especie de selva amazónica, iba cantando una canción de Guns’n’ roses precisamente la de Welcome to the jungle.
¡Zas . De repente algo me golpeó en la espalda, me di la vuelta asustada, apagué el mp3, no oía nada, ni el murmullo de un pájaro, nada, era un sonido tan vacío, que daba miedo a cualquiera, estaba empezando a asustarme, ¿qué fue aquello que me golpeó? Me preguntaba una y otra vez, mientras seguía andando.
Iba pensando en mis cosas, en el año que había pasado, en tantas cosas que no prestaba atención a nada, iba tan despistada que no vería ni una pantera a tres pasos de mi, decidí suspender la búsqueda, ya se hacía de noche y tendría que recorrer un largo camino para volver a casa.
Pisé todas mis huellas en dirección contraria, anduve tantas horas que no sabía si era la hora de dormir o la de cenar, muchas horas pasaron llegué a la mansión, me preparé una suculenta cena, con todo tipo de detalles, y me dije:
- ¿Por qué no me siento un rato y toco algo? No tenía ganas de andar y tocar era lo único que relajaba mi cuerpo, mi mente y mi espíritu. Empecé con unas delicadas notas de piano en La menor, no podía parar... nos fundimos en un solo cuerpo, haciendo el amor él y yo.
Me quedé dormida encima del teclado, me desperté de improviso. Me parece haber oído algo ¿Qué habrá sido? Parece alguien llorando. Presto atención unos segundos, pero no capto más que el chirrido de un grillo solitario y el suave batir de las olas contra la orilla. Cuando decido a irme a la cama a dormir y cubrirme la cabeza con la sábana, oigo de nuevo el sonido.
Es alguien que llora. Y el sonido procede de la playa. En silencio, me cubro el pijama , con una bata, bajo la escalera de puntillas y salgo del hotel por la puerta principal.
Me sorprende la luminosidad nocturna. El resplandor azulado de la luna permite descifrar cualquier silueta, o contorno de cualquier cosa: la nave dormida en el horizonte, la toalla olvidad que ondea en el tendedero, y una silueta abatida, acurrucada en la orilla de la playa.
¿Quién será?
Me aproximo a ella y carraspeo nerviosamente.
-¿Está usted.... puedo ayudarle en algo? – pregunto. Entonces me quedo paralizada, cuando el rostro bañado en lágrimas se vuelve hacia mi.
Es un indio.
Perece de mi misma edad. Lleva pequeñas conchas de color marfil, como adornos en su larga cabellera rizada, y sus largas plumas plateadas brillan a la luz de la luna.
Lo que más me llama la atención es su estado de abatimiento. Nos miramos fijamente y me empieza a hablar.
- ya puedes cerrar la boca – me dice mientras se limpia las lágrimas del rostro. Eso es lo peor de los seres humanos, siempre se portan como estúpidos cuando nos ven.
- Yo... he oído llorar a alguien y... – murmuro con voz vacilante. Y he salido para ver quién era. La verdad que me daba coraje, que me dijera esas cosas, pero estaría afectado por algo, pensé que podía ser de alguna reserva india y que se habría perdido en el mar.
- Pues ya lo sabes- me contestó. Puedes volver adentro.
- Me has despertado – dije con cara de interrogación. ¿No me debes, al menos, alguna explicación?.
- Está bien, está bien. Dice apresuradamente.
Me llamo Tana y me he perdido. No sé dónde están el resto. Me he despistado por culpa de la resaca.
Cuando he podido librarme de ella, todos mis compañeros se habían ido a no sé dónde.
Llevo días buscándolos, pero no los he encontrado. Si quieres saber más tendrás que seguirme bajo el agua.
-¿Bajo el agua? ¿ En plena noche?. La idea es poco atractiva.
- Está bien iré, bajo el agua contigo. ¿Pero cómo crees que podré respirar debajo del agua?
- ¡Ah, eso! Lo había olvidado. Espera un minuto- dice Tana. Se quitó del cuello un collar, una cadena dorada, y me la entregó.
- Ponte esto- dice. Mientras lleves algo mío, no te ocurrirá nada. No te ahogarás. ¡Cuida de no perderla!
Y antes de que pudiera decirle nada, ya se había sumergido en el agua.
Me zambullí, seguí a Tana entre algas, corales, maravillándome de aquella visión marina, el agua no estaba excesivamente fría una vez te pones en movimiento y Tana tenía razón respecto al collar: ¡ahora respiras en el agua igual que lo harías en el aire!
Corrí deprisa detrás de Tana, él nadaba muy rápido, y no le retrasaba el pijama y la bata que llevaba yo puesta.
- ¿Adónde vamos? –pregunté.
- Por primera vez la voz de Tana suena preocupada.
- No lo sé, mis compañeros, pueden haber ido a cualquier parte.
- ¿ Y no van a regresar por ti?
- Tampoco lo sé. No soy nadie especial, para que tengan que esperarme. Es posible que se olviden de mí.
- No te preocupes Tana, que seguro que hay un motivo, no siempre hay un por qué para todas las cosas, son así, pero si quieres puedo ayudarte a buscarlos.
- Gracias... ¿me dijiste tú nombre? Perdona, pero no lo recuerdo.
- Me llamo Isabel. Creo que no te lo dije.
- Gracias Isabel, ¿Sabes?
Eres el primer ser humano que no se asusta al verme, quizá fuese mi destino encontrarte, en la playa, mi tótem me dijo: que una esfera de luz me guiaría, entre las sombras de la oscuridad. Vivía en un mundo feliz, entonces un cometa chocó contra él antes de que tú nacieras, un bloque de hielo tapó la superficie. Mi pueblo nunca ha visto el sol, nuestras reservas de energía están casi agotadas, tras haber excavado un túnel a través del hielo. En el fondo del mar no hay luz, usamos generadores, sólo pedí al dios Naurit, que me dejara volver a ver la luz del sol. Mi misión es devolver la luz a mi reino. Soy un príncipe de otra dimensión.
Quería encontrar el sol y me perdí intentando ver más allá del agua, entonces te encontré a ti.
- Decididamente Tana, creo que deberíamos esperar.
- Pocos minutos más tarde, caigo en la cuenta de que algo enorme se ha tragado a Tana, nos rodeó por todas partes, no puedo ver que es, pero siento que no es nada bueno.
- Grito ¡Tana!, no me oye, tenía que encontrarle como fuera, sin él no podría volver a casa, era él único que conocía aquello y era imposible salir de allí si no era con él.
- Nadé por todas partes, entonces recordé lo que me dijo Tana, cuando me dio aquel colgante “mientras lleves algo mío, no te ocurrirá nada. No te ahogarás. ¡Cuida de no perderla!” Cogí el colgante con la mano, levanté el brazo, y me di contra algo, era el casco de un submarino.
- ¿Lo que se a tragado a Tana ha sido un submarino?- pensé para mi.
No albergaba duda alguna, aquella mole que se ocultaba entre la oscuridad era un submarino. Tenía aspecto de antiguo, la coraza carcomida, corroída, llevaría mucho tiempo vagando en el fondo del mar.
La verdad es que a esas profundidades todo daba un miedo espantoso, no sabía dónde estaba, ni que debería hacer para encontrar a Tana, entre divagaciones mentales y otros quehaceres, me percaté de algo: unas letras en la parte posterior del submarino, T.N.T
Me vino a la cabeza algo relacionado a esas letras, pero no conseguía ver más allá, empecé a recordar algo que ... ¡ No podía ser cierto! – grité en el fondo del océano.
T.N.T me recordó a una vieja canción “'Cause I'm T.N.T. I'm dynamite T.N.T. and I'll win the fight T.N.T. I'm a power load T.N.T. watch me explode!!” aquello que tenía a mi lado no era un submarino, era un contenedor de residuos tóxicos o peor aún ¡una bomba, explosivos!.
-¿Qué hacer? Ese era mi pensamiento en esos momentos, me quedé en blanco, me venían imágenes a la cabeza, de cuando me perdí en la noche, en aquella noche escabrosa que aplaudía en mi, deseos de libertad y remordimientos, pero no, paz... Todo se empezó a nublar como cuando te dejas ver en un cristal empeñado por la imagen de algo que no eres tú, sino el reflejo, de un quizás, envuelto en anhelo de ansiedad.
Nadé y nadé, alrededor buscando una abertura para poder entrar, arranque algas y más algas, plantas marinas de toda clase, todo parecía perdido cuando mi mano tocó un bulto que sobresalía, no me lo podía creer, ¡un botón!.
Sólo tenía una opción, apretar ese botón, aunque no sabía su función, era redondo, de color verde, parecía el de una grúa, no había ninguna indicación en el para averiguar en que consistía su función, lo que si sabía es que todos los botones verdes abrían puertas, decidí apretarlo. Con un nudo en la garganta, que sólo dejaba pasar un poco de oxígeno a mi cabeza.
Empezaron a salir burbujas alrededor, un remolino, aquello parecía un desagüe, la arena del fondo empezó a levantarse, una espiral de pequeñas rocas, arena, pequeños pececitos, y fauna marina, revoloteaba alrededor mío.
Acabé dentro de aquella tripa metálica, todo ese espacio oscuro recubierto de mugre, entre pereza y desasosiego vi un matojo de pelo... Si ¡ Era Tana!
- Tana – Grite . Varias veces para que me oyera. Parecía aturdido, no respondía. Lo zarandee con el brazo, no se movía, no sabía que hacer con él respiraba gracias al colgante que me dio Tana, pero ¿si dejaba de respirar?
- ¿Qué te ha pasado amigo? – Le susurré al oído. ( Un susurro puede despertar cualquier voz adormecida en un mar de incomprensión)
Todo empezó a ser perfecto en aquel preciso momento cuando un golpe me hizo contener la respiración, no todo era tan bonito como contaban los cuentos de hadas, no había príncipes, no había princesas, todo lo que de niño te quieren hacer ver, no existía.
La vida no era nada más, que la lucha por la supervivencia de una especie, una especie de seres humanos que no tenían nada de valor, sin un puño en la mano golpeando un corazón descosido y pisoteado.
Empezaba a sentir cosas que no sabía explicar, el sabor de la ausencia de algo que nunca había florecido en mi, todo lo que en el pasado me hizo andar, se paró en un momento, al ver a Tana, en ese estado.
Entonces comprendí que Tana era más importante para mi, de lo que yo pensaba, ¿ Era amor aquello? ¿ Era amistad? ¿Qué era?
Tana seguía dormido en un sueño, muy profundo, ¿si despertara de su letargo se alegraría de verme?
Miles de preguntas azuzaban mi mente, cerré los ojos, abracé a Tana, contra mi, como si fuera el único ser vivo sobre la tierra, sólo él tenía las llaves para volver a casa, sólo él podía sacarme de aquel mundo de sombras.
Mis palabras hicieron eco, en una melodía:
En esta noche inconsciente
Te debo sacar de aquí
De la sombra de la sentencia
Para tu verdad y no es cierto
Contigo todo parece distinto
Siempre que miraba aquella luz
Sabía que estarías al otro lado del silencio
Escuchando la voz de mi pensamiento
Sintiendo la paz de un muerto
¿Por qué?
Por que tengo que dejarte ir
Vivo en una burbuja de cristal
En mi mente no hay nada más
No soy mala, pero no me faltan motivos para serlo
Por qué me castigas señor ¿qué te hice yo?
Todo el suelo que piso se turba
Los pies se quiebran en un camino de polvo desterrado
Al destierro de los desheredados me mandas
A cumplir mi condena
Vagaré, vagaré
En tú corazón mi amor.
Cerré los ojos, me dormí con Tana abrazado a mi. Ya no tendría miedo nunca más.
Tana me protegía, tenia algo especial, un aura, que me daba tranquilidad.
Dormí como nunca había dormido antes. Cuando desperté, Tana estaba mirándome, ¡Estaba despierto!
- Tana –No sabes lo que me alegro de verte.
- Hola Isabel. ¿qué me ha pasado?
- Pues exactamente te tragó un contenedor
- ¿Un contenedor? – dijo Tana con cara de ¿Cómo?
- Realmente desapareciste , al principio pensé que era un tiburón, me asusté de no verte. – dije.
- No te preocupes, estoy bien, prosigamos nuestro camino, tenemos que encontrar a mis compañeros.
Tana asomó su cabeza por encima de las aguas, estamos cerca de la costa, dijo de repente.
El puerto de Nigh parece más animado que nunca. Está atestado de barcos. Venga vamos nos haremos camino a través de ellos, la gente de Kabran parece tranquila, les preguntaremos si conocen alguna taberna para pasar la noche. No se tú pero yo estoy agotado.
Preguntaré a aquel hombre de la orilla, disculpe buen hombre:
- ¿Hay alguna taberna cerca de aquí?
- Afortunadamente tienes suerte joven, a unas millas más al norte podrás encontrar una, cuando llegues al puente de madera, sigue el camino que va hacia el bosque oscuro, allí encontrarás “La Huella Azul”.
- Gracias, señor. - Dijo Tana.
Vamos hermosa Isabel, sigamos las indicaciones, haber si llegamos a “La Huella Azul” ¿te he dicho alguna vez que estás muy guapa mojada? – dijo Tana riéndose.
- Tú tienes un serio problema – dije exaltada. ¡Encima que te ayudo, te metes conmigo!
- Lo decía en broma Isabel, te veo más guapa si cabe, soltó una carcajada jajaja.
- No me parece bien que te rías del mal ajeno, ya te cogeré a ti despistado y entonces sabrás lo que es bueno, me dio un impulso y le besé en los labios, me quedé quieta y él más aún. No dijo nada, en todo el camino.
Los lugares marcados en el poste indicador están escritos en runas, Tana examina cuidadosamente cada palabra, confiando en que alguna le resultara familiar, gracias a todos los viajes que había realizado en su corta pero intensa vida.
-La huella Azul , creo que esto es lo que buscamos- dijo Tana.
- Sigamos el sendero señalizado por el poste. De pronto, al alcanzar la cima de la elevada colina, ves la taberna. ¡Eh! Ahí está, la encontramos la cueva de los piratas, La Huella Azul.
- Venga vamos, corres colina abajo, gritando y riendo de alegría. Un miembro de alguna banda local te oye y eleva la mirada. Al verte llegar, te saluda con la mano. Es un homínido regordete que te sonríe abiertamente y te guiña el ojo.
- Tú debes ser el terráqueo que nos ha saludado- te dice - ¡Felicidades! Sabía que lo lograrías. Has tenido suerte.
- Perdona pero ¿ De qué me hablas? – preguntó Tana.
- La aeronave despega de la tierra dentro de una hora. Si consigues no tener problemas con los piratas espaciales, pronto estaremos de vuelta en la Tierra.
- Perdona por cortarte el rollo. Pero no se de qué puñetas me hablas, yo no soy ningún marciano, ni nada por el estilo, ya se que mis ropas no son muy corrientes, pero de marciano nada, por favor, eso es un insulto en toda regla.
- Eres Tana ¿verdad?- dijo el hombre homínido.
- Si, así me pusieron de nombre mis ancestros, y creo que es un bonito nombre, por cierto ¿y tú como te llamas?.
- Rookan – balbuceó. Soy tú enlace con el otro mundo.
- ¿Con qué mundo?- sigo sin enterarme de nada. Yo me llamo Tana y esta es Isabel, una amiga, y venimos a la taberna a pasar la noche, y lo que hagamos no es de tu incumbencia...
- ¿Tú no tienes idea de que haces aquí verdad?- dijo Rookan a Tana.
- ¿Yo para mí que este se ha fumado un porro o algo verdad Isabel?
- No se. Tana, sabía tu nombre, eso es un poco mosqueante. Creo que deberíamos pasar de él. Venga Tana, vámonos que me da mal rollo.- Dije.
Tana me agarró del brazo y nos fuimos dentro de la taberna.
Era un lugar bastante sombrío, había gente de todas clases, a la derecha de la entrada había una mesa de madera, alrededor sentados cuatro hombres de aspecto burlón y dicharachero, con la mirada perdida en el vaso de whisqui, jugando al pocker, y perdiendo el poco dinero que tenían en partidas absurdas, se notaba que sus vidas no habían sido tan lustrosas como esperaban ellos, y como consuelo se dieron a la bebida, así verían un mundo mejor para ellos.
En el centro había unas “chicas de la noche” con poca ropa y haciendo movimientos insinuantes, a los hombres que las observaban con la baba caída, y intentando sujetar entre las piernas, la lujuria que llevaban en su interior. La provocación, las noches prohibidas, todo el vicio, el placer, todo estaba representado entre esas cuatro paredes.
Aquellas damas de gesto complaciente y mirada alegre hacían, que todo se olvidara en un momento, ellas sabían que encontrarían lo que buscaban y eso las animaba a seguir.
Una nota empezó a sonar en un viejo piano, un hombre de pelo canoso, con melena que le caía a media espalda, con ropas heredadas de su peor sastre, hacía de aquello un algo más. Me fijé que tenía un ojo tapado, ¡un autentico pirata, si señor!.
En la otra parte del local unos jóvenes despotricaban sobre asuntos que no concernían a nadie, golpeando la mesa con lo puños, tirando las sillas al suelo, un puñal atravesó mi mirada, gracias a ello, no tendría que ir más a cortarme el pelo, con aquel repaso, no haría falta gastarse dinero.
Aquello se estaba poniendo feo, Tana y yo nos acercamos, al mostrador del bar, el tabernero nos saludo complaciente, con una mueca de complicidad, sabía que iba a ganar dinero esta noche con nosotros ¿pero cuanto?. Eso no lo sabía, Tana dijo:
- ¿Le quedan habitaciones libres? Queremos una habitación, con dos camas.
- Voy a mirar en el registro. Espera. Dijo el tabernero. Se puso a leer un libro rojo, con páginas ralladas de color amarillo.
- Me queda una habitación, pero solo tiene una cama. ¿No os importa?-preguntó el “barman”.
- No importa, nos apañaremos. ¿Cuánto cuesta la habitación? –pregunté
- 30 la noche. – respondió.
- Nos la quedamos, Pagamos los 30, subimos a la segunda planta, por una escalera de madera recubierta de haya roja, seguimos andando entre pasillos y vimos habitación 666, ¡esta es la nuestra!. –dijo Tana.
- Abrí la puerta. Era una habitación muy acogedora, una cama de matrimonio en el centro, un armario doble en el lado derecho y una mesilla a cada lado de la cama. La típica habitación de hotel – pensé para mi.
Cuando decidimos que lado de la cama coger, ya había pasado un buen rato, después de el largo viaje a través del mar , el bosque de la tundra, el Valle de Moora, todas las peripecias y encuentros inesperados, se hizo de noche. Era la hora de dormir.
Como iba a dormir con un desconocido prácticamente en mi misma cama, la idea me asustaba por un lado, pero por otro mi cabecita pensaba en: pasar una noche atrevida, entre las sábanas de aquella cama. Había otro mundo, inexplorado en aquel cuerpo terso, liviano, mi corazón sentía que iba a haber más que sueños esa noche.
Tana se quitó la parte de arriba , era piel curtida, adornada con pequeños huesecillos y marfil blanco. Tenía un cuerpo sensual, y algunos tatuajes en brazos y espalda, que representaban espíritus, aquel precioso culo, remarcado en esos pantalones ajustados, nunca me había fijado en Tana de aquella manera, pero la situación en la que nos encontrábamos, hacía vibrar a cualquiera, hasta un ser muerto.
Dejó caer toda la ropa en una silla que había cerca, yo perturbada por aquella maravilla de hombre que estaba viendo, me dejé llevar, Tana hizo un triángulo juntando las manos, enseñandome imágenes alusivas a su historia:
-Interrumpir nuestro curso vital. Congelándonos, así hemos resistido durante eternidades, permanecemos a la espera de encontrar un nuevo mundo. – dijo Tana.
Con algo de pena, separa las manos. Las imágenes se desvanecen y caen por el suelo de la habitación.
-Tana nunca sabré con exactitud si los ojos con que me miraste, aquella tarde, eran de cristal. Lo pensé en seguida que te vi: tenías la mirada fija, petrificada.
Y dije: esos ojos son de cristal. Seguro: esos ojos son de cristal. Más de una vez me he preguntado ¿qué querían saber? He oído decir que en la penumbra de unos ojos se esconde un interrogante; pero yo no era capaz de saber que se escondía......
Sigue...... buscando tú lugar, Tana, no había terminado aquella frase cuando de repente la puerta calló de golpe, era aquel hombre homínido, Rookan, venía buscando a Tana. Te he dicho que tienes que venir conmigo- no te hagas el despistado. Dijo
Continuará....
Creado un miércoles, 25 de enero de 2006, 11:48:43