Al alba un sonido rebota en la pared
ante cualquier misterio o duda ensordecedora
y entre el púlpito de una iglesia
se esconde un remedio
a anochecer y atardecer en un temblor
lleno de pasión, locura contenciosa,
a todo aquello que nada tiene que ver
y sin dudar devoro con mis miedos enjaulados
y prometo serte fiel en lo que pueda
sin caer en el remedio
de la necesidad pasmosa de acercarme a ti
desde la distancia de estar muy pegados, nada más nacer.
Entonces ya sabía de tú existencia
había algo más que sólo mis pequeños pañales y chupete
era una luz que habitaba en mí
todos la querían tener
pero yo jugaba a los fantasmas con ella
yo me tapaba para no verla
con la sábana, pero seguía viéndose la luz
ella me seguía a todas partes.
Cuando crecí me di cuenta que eras algo
más que una luz, sosiego recorrido y temporal
colgado de un sin sabor
que recorre cada poro de mi piel
llena de fragancias de otros tiempos
recobradas en ejemplos pasajeros
en una funda
como un buzón de correos
lleno de recuerdos fugaces
en los que me caí por un tunel, al fondo de mi pasado
y vi mi vida anterior con una lupa.
Allí estaba el mensaje de lo que soy ahora
tan sólo un recuerdo condensado en el tiempo
viajo a través de espectros de luz radial
a la sombra de un acordeón empujado por unos dedos
del gigante que me acoge en su materia gris
siempre estuve condicionado por el vacío
pero lleno de fundamentos ocasionales
y nuevas conclusiones del por qué, del aquí y del ahora
y un sin fin de pareados, en gotas que caen livianas
por los confines de los ojos de un rey buda instalado
en un collar que lleva en su cuello
ese gigante que un día me dejó salir
a recorrer el mundo
y en un cruce de caminos
me encontré conmigo mismo
era un regreso a la conciencia exterior
a la duda de contradecir mis propios pies
caminé sin memoria
por los bosques de la gloria
y del despropósito
entonces me senté con mi amigo
al lado de un fuego
y quemé las palabras del pasado
sin hablar.
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