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viernes, 13 de enero de 2006

Libros que dan mucho que pensar

Estos libros los lei yo hace 2 ó 3 años, libros filosóficos jajaja,

"Quiéreme cuando menos lo merezca porque será, cuando más lo necesite." DOCTOR JECKYL

HOY VAMOS A HABLAR DE LIBROS :

  • UN MUNDO FELIZ ( Aldous Huxley).

Un mundo feliz es un clásico de la literatura de este siglo. Con ironía mordiente, el genial autor inglés plasma una sombría metáfora sobre el futuro, muchas de cuyas previsiones se han materializado, acelerada e inquitantemente, en los últimos años.

La novela describe un mundo en el que finalmente se han cumplido los peores vaticinios: triunfan los dioses del consumo y la comodidad, y el orbe se agoniza en diez zonas en apariencia seguras y estables. Sin embargo, este mundo ha sacrificado valores humanos esenciales, y sus habitantes son procreados in vitro a imagen y semejanza de una cadena de montaje...

En este libro visionario escrito en 1932, Aldous Huxley imagina una sociedad que utilizaría la genética y el clonaje para el condicionamiento y el control de los individuos.


En esta sociedad futurista, todos los niños son concebidos en probetas. Ellos son genéticamente condicionados para pertenecer a una de las 5 categorías de población. De la más inteligente a la más estúpida: los Alpha (la élite), los Betas (los ejecutantes), los Gammas (los empleados subalternos), los Deltas y los Epsilones (destinados a trabajos arduos).


"El mundo feliz" describe también lo que seria una dictadura perfecta que tendría la apariencia de una democracia, una cárcel sin muros en el cual los prisioneros no soñarían en evadirse. Un sistema de esclavitud donde, gracias al sistema de consumo y el entretenimiento, los esclavos "tendrían el amor de su servitud "...

Aqui podeis leer :
  • IDENTIDADES ASESINAS ( Amin Maalouf)


"Identidades Asesinas" (Alianza Editorial, Madrid, 1999) es la denuncia apasionada de Maalouf a la locura que incita a los hombres a matarse entre sí en nombre de una etnia, lengua, religión o "color de piel", como dijera, con eufemismo, nuestro fundamentalista subcomandante Marcos.

Maalouf cuenta que desde 1976 cuando dejó, por la guerra, el Líbano para instalarse en París, le preguntan reiteradamente que si se siente "más francés" o "más libanés". Responde sin mentir, que "las dos cosas". Explica con paciencia que en árabe conoció a Dumas, Dickens y los Viajes de Gulliver y fue en su pueblo natal donde aprendió los valores de sus antepasados y escuchó las historias en las que después se inspiró para escribir sus novelas. "¿Cómo voy a cortar los lazos que me unen al Líbano?", se pregunta. Pero al mismo tiempo, dice que beber el agua y vino franceses, acariciar sus piedras, pisar su tierra y escribir en francés sus historias, "¿cómo podría considerarme un extranjero en Francia?", vuelve a interrogarse. No tengo una identidad compartida, dice Maalouf, sino una única identidad que abreva y se nutre bebiendo en la fuente de otras.

Cuando termina Maalouf de exponer su teoría generosa sobre la identidad, afirma que siempre llega una persona a cuestionarlo en voz baja, "poniéndome la mano en el hombro", y siempre es la misma pregunta: "Es verdad lo que dices, pero en el fondo ¿qué es lo que más te sientes? ¿libanés o francés?". Con lo que se supone que en "el fondo", en "lo más hondo de mí mismo" hay sólo una pertenencia, única, relevante e indivisible que es la que verdaderamente importa. Con ello se pone de manifiesto que la "esencia" del hombre, la "verdad profunda" de las personas está determinada, fatalmente, para siempre desde el nacimiento y no se modificará jamás. Como si lo demás, su trayectoria, las convicciones que va adquiriendo, los valores que se le inculcan en la educación, sus preferencias, su sensibilidad personal, sus aficiones de toda la vida, no contaran para nada en la historia personal de la humanidad.

Hoy el mundo, metido en este proceso de globalización económica, produce muchos bienes y servicios universales, pero pocos "leones africanos" capaces de aceptar la identidad personal, como un proceso enriquecedor en la trayectoria vital del hombre. ¿Por qué entonces empeñarse en negar la interdependencia que unos tenemos con otros? ¿Por qué aceptar esa demagogia política y cultural que nos orilla a reclamar siempre y en todo momento nuestros destingos y quemar banderas extrañas? Son cada vez más numerosas, y ahora hemos visto en Nueva York y Washington, más mortíferas, las afirmaciones de la furiosa identidad frente al diferente. En muchos lugares piden que se rescate de lo "más íntimo" esa propiedad o cualidad que distingue, que suele ser, como hemos dicho, una raza, un territorio, una nación o una religión y la enarbolen con orgullo frente a los demás. El radicalismo en esa posición de exhibir la diferencia y aferrarse a la cuna original y a la costumbre autóctona, es lo que conduce a la "Identidad Asesina", que lo mismo mantuvo en el poder a Hitler, que estrella un avión en un edificio, coloca una bomba en España, llama a una batalla reivindicativa en nombre de la sangre o la tierra o grita una consigna separatista con ánimo electorero, como lo hizo Víctor Cervera Pacheco en sus postreros días en el gobierno de Yucatán. El origen es el mismo, la madriguera ideológica invocada desde donde salen todas esas perversidades es la misma —aunque las consecuencias y catástrofes de los hechos sean, naturalmente, distintas en Yucatán que en Medio Oriente—. Ese nacimiento de la "identidad asesina", no es otro que el del autoritarismo que niega a la libertad como un valor de la convivencia social.

La "identidad asesina" mutila la convivencia social porque, en palabras de José Ortega y Gasset, el hombre es, también, "sus circunstancias". Y la teoría fanática que sólo busca marginarse y reciclarse en el "nosotros", sin considerar el "ellos" aniquila la "circunstancia" mundial que nos tocó vivir: la de mutua dependencia. Esa circunstancia que exige la apertura atenta a los valores del extraño, sea extranjero o nacional, vista turbante, hable tzotzil o adore a otro Dios.
Pero habrá que estar atentos, porque si nadie tiene el monopolio de la razón, tampoco nadie tiene el monopolio del fanatismo. Ni cristianos, ni musulmanes, ni budistas; aquí no valen distinciones. El odio al otro es el odio a uno mismo. "Todos estamos obligados a vivir —dice Maalouf— en un mundo que se parece muy poco al terreno del que venimos" La concepción tribal del hombre debe ser sustituida por la "mundialización", dice Maalouf. Cuando aparecen realidades nuevas, debemos reconsiderar nuestras actitudes, nuestros hábitos y, ayudados por la herramienta de la libertad, elegir el rumbo social de nuestra vida colectiva. A veces, cuando esas realidades se presentan con gran rapidez, alerta Maalouf, nuestra mentalidad queda rezagada en prejuicios, alimentando complejos, en lugar de actitudes abiertas y "cabezas altas". Maalouf remata: "si el hombre se siente obligado a elegir entre negarse a sí mismo y negar a los otros, estaremos formando legiones de locos sanguinarios, legiones de seres extraviados".


¡Qué razón tiene Maalouf! Hoy el hombre necesita tejer lazos de unión, disipar malentendidos, hacer entrar en razón a unos, moderar a otros, allanar, reconciliar. Se necesitan hombres con vocación de enlaces, puentes, mediadores entre las diversas comunidades y las diversas culturas. Traductores que aproximen al distinto. El mundo necesita a alguien, o mejor dicho a muchos como "León el Africano" quien, en sus aventuras por el Mediterráneo y aun prisionero, buscó unir al Occidente con el Islam.

Amin Maalouf lo tiene claro: globalizar el humanismo, la justicia y la libertad, es la fórmula que nos puede liberar de catástrofes como la de Estados Unidos. Por cierto, Castillo Peraza también pensaba lo mismo. (G.M.C. Madrid, España, septiembre de 2001).

  • USOS AMOROSOS DE LA POSTGUERRA ESPAÑOLA ( Carmen Martín Gaite)

El amor no ha sido siempre como generalmente hoy lo conocemos, y decimos, porque aún existe una gama muy variada de criterios, valores y maneras de concebirlo que varían en grupos sociales con etnias similares.

Hay unas pautas genéricas del trato entre sexos que se mantienen constantes de una época a otra, pasando por encima de culturas y etnias. Por ejemplo: De todos es conocido cómo Sófocles, 500 años A.C., recogió en el teatro la historia del hijo que se casa con su madre después de asesinar al padre (Edipo Rey) , trama que como se sabe el autor no inventó, sino que venía en la tradición oral como parte soldada de sus mitos, ya desde tiempos remotos y que sirvió en nuestro siglo a Freud para construir uno de los pilares fundamentales de su edificio psicoanalítico del llamado y hasta "trajinado" complejo de Edipo que al parecer marca de manera indeleble las futuras relaciones del niño.

Pero generalmente, el condicionamiento de nuestras ideas sobre el amor, el matrimonio, la familia y sobre nosotros mismos, por la sociedad de la cual somos resultado, va mucho más allá de lo que a simple vista podría parecer.

Comentan sus editores que Usos amorosos de la postguerra española cuenta que "la restricción y el racionamiento que Franco impuso en los primeros años de postguerra afectaron decisivamente a los usos amorosos de aquel tiempo. Tras una investigación exhaustiva que comprende consultorios sentimentales, revistas del corazón y discursos políticos, Carmen Martín Gaite ha reconstruido la historia doméstica de aquella etapa sombría. Es la historia de la faja y de Mariquita Pérez, de los pololos y de la niña topolino; de las novias eternas, de los guateques y de la salida al cine en pandilla. Educada para aparentar y no para vivir su vida, la mujer, sirvienta del hogar propio enfocó el matrimonio como objetivo excluyente. Según sus maestros, no tenía otras misiones que enamorarse, coser la ropa del marido y darle cuantos hijos quisiera. Con ello, el hombre, víctima también, se debatía entre la decencia y lo pecaminoso, lo que condicionaba gravemente su relación de pareja.


Escrita con mano maestra, esta historia agridulce y entretenidísima es una obra mayor de la literatura castellana. (Editorial Anagrama).

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